Nora O. Lozano
Traducido por Cristina Rodríguez Alejandro
An English version is available here.
A medida que nos acercamos al Día de Acción de Gracias, a Navidad y al fin de año, regularmente comienzo a reflexionar en el año y en los principales acontecimientos que ocurrieron.
Este año ha traído sus propios desafíos, como todos los años, y cuando los atravieso, parecen ser los más difíciles y complicados de mi vida. Sin embargo, cuando empiezo a reflexionar, a comparar y a evaluar, me doy cuenta de que tal vez no fue el año más difícil, aunque en ese momento lo sentí de esa manera.
Mientras atravieso por estos desafíos en particular, evalúo maneras de lidiar con asuntos específicos, busco la mejor forma de enfrentar la situación y pido oración a buenos amigos/as y hermanos/as … mucha oración.
Creo que mi vida siempre ha estado rodeada de oración, no de la mía propia, sino de la de personas amadas que se preocupan sinceramente por mí y por mis situaciones.
Al ir creciendo, di la oración como un hecho incuestionable en mi vida. Vengo de familias grandes, tanto del lado materno como del paterno, y tuve una gran cantidad de tías. Estas queridas damas, junto con mi mamá y mis abuelas, oraban por mí.
Supe por muchos años que alguien estaba siempre orando fielmente por mí; de modo que, aún si yo no oraba por mí misma o por mi familia inmediata, sabía que se oraba por nosotros y que yo podía vivir mi vida diaria cubierta en oración.
Sin embargo, cuando esas queridas mujeres, poco a poco, comenzaron a irse al cielo, me quedé con un enorme vacío: historias, comidas, reuniones … y oración. Sentí una sensación de abandono; me sentí como una huérfana en la oración.
Con el paso del tiempo, Dios me ha dado otras comunidades de oración: mis dos iglesias (San Antonio, Texas, y Monterrey, México) y la comunidad de BUA (la Universidad Bautista de las Américas), las cuales siempre están listas para orar por mí. También estoy agradecida por algunos grupos privados de Facebook, tales como mis queridas amigas del seminario y la comunidad LLI (Instituto de Mujeres Latinas en Liderazgo), donde la oración está solo a un click de distancia.
Estas comunidades de oración en mi pasado y presente han sido muy importantes porque me han brindado su apoyo en diferentes etapas de mi vida, especialmente cuando he experimentado problemas para orar. Debo confesar que en algunas ocasiones no sé cómo orar en una situación específica y que muchas veces he sentido que no oro lo suficiente.
El reflexionar sobre estas comunidades con una actitud de agradecimiento, me llevó a considerar una tercera comunidad de oración; siempre ha estado allí, a pesar de que no siempre he estado consciente de su existencia. Mientras meditaba en esto, sentí una inmensa sensación de paz y de sanidad, ya que es una comunidad que nunca perecerá, a diferencia de los miembros de mi primera comunidad de oración (mis abuelas y tías).
Esta tercera comunidad de oración es eterna, trinitaria (Dios, Jesús y el Espíritu Santo) y además, no depende de mis esfuerzos de orar más o de orar de la manera correcta.
De acuerdo a la Biblia, Jesús es nuestro intercesor perpetuo, y creo que sus oraciones por nosotros son constantes y apasionadas. ¿Por qué? Ya que él fue como nosotros y fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado, se identifica con nuestras luchas y sufrimientos (Hebreos 4:15 y 7:25). Él entiende lo que es vivir en la Tierra, y debido a esto, él intercede constantemente por nosotros/as.
Otro aspecto importante de esta comunidad de oración eterna y trinitaria es el papel del Espíritu Santo. Como mencioné anteriormente, en algunas ocasiones no sé cómo orar, o lo que es peor, a veces, viendo retrospectivamente, me he dado cuenta de que he orado por cosas equivocadas.
La buena noticia es que la oración no depende de mí. La Biblia menciona en Romanos 8:26-27: “Asimismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir … pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras … porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios (NVI).” Por lo tanto, el Espíritu Santo es el que garantiza que nuestras oraciones sean las correctas. La manera en que me imagino esto es que a medida que nuestras oraciones ascienden a Dios, el Espíritu Santo las transforma en oraciones correctas. Así que me da mucha paz al orar, el saber que el Espíritu Santo es quien transforma nuestras oraciones en las oraciones correctas — oraciones que están de acuerdo con la perfecta voluntad de Dios.
Por eso hoy, estoy agradecida también por esta comunidad de oración trinitaria: el Hijo intercediendo por nosotros/as, el Espíritu Santo también intercediendo por nosotros/as y dirigiendo nuestras oraciones, y Dios escuchándolas y actuando de acuerdo a su voluntad en favor nuestro. Estoy agradecida de saber que esta comunidad es eterna y que no morirá, que no acabará como mi primera comunidad de oración.
En este momento, puede que algunos/as lectores/as se pregunten, si tenemos estas grandes comunidades orando por nosotros/as, ¿por qué tenemos que orar de manera personal? Oramos porque la oración es una parte vital de nuestra relación con Dios, la cual debe de ser nutrida y desarrollada. Además, la Dra. Molly T. Marshall indica que la oración “… transforma a la persona que ora y las circunstancias por las que él o ella intercede.” ¿De qué manera nos transforma? La Dra. Marshall sugiere en otro escrito: “No oramos para persuadir a Dios de que haga lo correcto; oramos con el fin de añadir nuestra energía y amor a los propósitos divinos”.
De modo que, en nuestro intento de unirnos a los propósitos divinos con nuestra vida de oración, estas dos comunidades de oración, la terrenal y la celestial, trabajan juntas para bendecirnos. La comunidad de oración terrenal, representada por nuestras iglesias, familias y amistades, nos ayuda a mantenernos en contacto con el cuerpo de Cristo, anclados, abrazados, alentados y apoyados en la comunión de los creyentes. La comunidad celestial garantiza que las oraciones por nosotros/as sean constantes, correctas y eficaces.
A medida que avanzamos por la vida con sus alegrías y sus luchas, estas comunidades de oración son un regalo de Dios, una muestra verdadera de su gracia, y por ello estoy muy agradecida. ¡Amén!
Esta traducción es posible gracias al Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad Bautista de las Américas (Baptist University of the Américas) en San Antonio, Texas.