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Hace dos semanas tuve el honor de recibir el premio de Mentora Distinguida “Frankie Huff Granger” 2017 de la organización de Mujeres Bautistas en el Ministerio (Baptist Women in Ministry). Después de recibir el premio, compartí unas palabras breves con la audiencia:
“Premios como éste no se dan en un vacío. Tienen historias múltiples. Cuando Pam (Rev. Dr. Pam Durso, directora ejecutiva de Baptist Women in Ministry) me dijo acerca de este premio, dos palabras vinieron a mi mente: Gracias y creer. Estoy agradecida por todas aquellas personas que han creído en mí y que han encontrado el tiempo, en sus agendas ocupadas, para invertir en mí. Estos mentores y mentoras que me han guiado en mi vida personal, ministerial y profesional, sin estas personas yo no estaría aquí. De hecho, sigo dependiendo de su consejo, confianza y amor para seguir adelante.
“Luego, estoy agradecida también por las muchas personas que han creído en mí, y que me han pedido consejo: mis aprendices. Me siento privilegiada con su confianza, y me sorprende, que de alguna manera, me vean como una persona sabia que puede contribuir algo bueno a sus vidas. Estas oportunidades de ser aprendiz y mentora han sido momentos de bendiciones, los cuales bajo la gracia de Dios, nos han permitido crecer y ser mejores”.
Después de agradecer a Pam Durso y al equipo de liderazgo de la organización de Mujeres Bautistas en el Ministerio, y a todas las personas que promueven incansablemente, oran a diario, y donan generosamente para apoyar la causa de las mujeres en el ministerio, concluí con las siguientes palabras: “En conjunto, todas las personas que son mentoras, aprendices, líderes, trabajadoras y donadoras, formamos una cadena cada vez más fuerte, la cual espero que bajo el poder del Espíritu Santo, se vuelva inquebrantable. Así que estoy aquí, llena de agradecimiento porque formo parte de esta cadena de apoyo, confianza y amor. ¡Gracias por creer en mí! ¡A Dios sea la gloria!”
Inmediatamente después de este evento, esta cadena inquebrantable se volvió más grande para mí, cuando un señor desconocido vino a felicitarme. Se presentó como Franklin Granger, el hijo de Frankie Huff Granger, y me regaló una tarjeta y un libro.
Me comentó que después de la ceremonia de premiación del año pasado, Ka’thy Gore Chappell, la ganadora del premio 2016, le pidió que compartiera con ella algo sobre su mamá. Después de esta experiencia, decidió preparar un libro especial para ser entregado a las futuras ganadoras, con la finalidad de que ellas conozcan más sobre la mujer por quien el premio es nombrado. Recibí la tarjeta y el libro con mucho gusto, y me sentí muy entusiasmada con la idea de conocer más sobre la vida de Frankie Huff Granger.
El libro se compone de la biografía y fotografías de Frankie, así como de citas de algunas de sus aprendices. Tan pronto como empecé a leer su historia, sentí una conexión con ella. Fue madre, educadora, y también una mujer en el ministerio. Después de permanecer en el hogar para criar a su hijo, sirvió a tiempo parcial como maestra de jardín de niños/as en su iglesia en Carolina del Sur. Sus experiencias en el campo de la educación eventualmente la llevaron a convertirse en la ministra de educación de la iglesia, posición que era poco común para una mujer, y la cual conservó hasta su jubilación en 1991.
Como ministra de educación, Frankie se afilió a diferentes asociaciones educativas donde fue una de las pocas mujeres participantes. De acuerdo con las palabras de sus aprendices, llegó a ser una pionera en su campo de trabajo, un modelo a seguir para muchas mujeres y hombres, y un signo de esperanza y estímulo para futuras generaciones de mujeres en el ministerio.
Ciertamente, el premio de Mentora Distinguida se volvió más simbólico para mí después de conectarme con la vida de Frankie, y la cadena inquebrantable que describí anteriormente se hizo más robusta y amplia. Al considerar todo esto, pensé que cada día tenemos oportunidades para hacer crecer esta cadena inquebrantable. ¿Cómo podemos hacer esto? Invirtiendo en otras personas como un don de amor, primero hacia a Dios y luego hacia la otra persona.
Cualquier persona que ha sido mentor/a o aprendiz, sabe que una relación de mentoría es un don que nos hace mejores porque involucra momentos sagrados en los cuales se confía, se cree, se da generosamente y se empodera. Es un don de confianza porque la aprendiz confía en que la mentora proveerá palabras de sabiduría, discernimiento y guía. Por otra parte, el mentor confía en que la inversión de su tiempo, conocimiento y experiencia producirá frutos abundantes en la vida del aprendiz, e incluso más allá. Además, es un don de confianza a través del cual mentores/as y aprendices comparten abierta y vulnerablemente acerca de sus luchas, esperanzas y sueños para el futuro.
Es un don que involucra creer porque tanto la mentora como la aprendiz creen la una en el otra, y que juntas, bajo la bendición de Dios, de alguna manera, pueden traer más cerca el reino de Dios a la tierra al hacer de este mundo un lugar mejor.
Es un don de generosidad porque un buen mentor sabe que debe compartir su tiempo, conocimiento y experiencia. Para mí, es en este punto donde la cadena, bajo la bendición de Dios y el poder del Espíritu Santo, se vuelve perenne, constante e inquebrantable. A menudo, mis aprendices regresan a preguntarme: ¿Cómo puedo pagarle? ¿Aceptaría un regalo o una invitación a cenar? Por lo general, les respondo dándoles las gracias por el ofrecimiento y expresando que deseo algo diferente. Les digo algo así: “La mejor manera de pagarme es ayudando a alguien más. Realmente creo que un día te convertirás en una profesionista o ministra de mucho éxito, y que una persona vendrá, tal vez confundida o herida, a pedirte consejo. Invierte en esa persona con amor y generosidad, y luego pídele que haga lo mismo con alguien más. Así es como me pagarás, y por favor mantente en contacto”.
Es un don de empoderamiento porque a través de estas interacciones: aprendices se empoderan para llegar a ser todo lo que pueden ser; mentores/as se empoderan al descubrir que tienen algo bueno y útil para compartir; y todos/as se empoderan para seguir haciendo de este mundo un mejor lugar.
Ser un mentor/a requiere una perspectiva panorámica. La Dra. Molly T. Marshall, ganadora del premio a la Mentora Distinguida 2015, describe que esta perspectiva implica “… mirar más allá del horizonte actual, hacia lo que viene después…” Esta perspectiva panorámica requiere que un buen mentor/a vea más allá de su tiempo y espacio, a algo que es más grande que él/ella misma. Es una invitación a lanzarse a un horizonte desconocido que se está formando, milagrosamente, por una cadena de acciones buenas, productivas y fructíferas, cultivadas en generosidad y confianza, y nutridas por la providencia amorosa de nuestro Dios trino. Una oportunidad de mentoría puede presentarse en una conversación breve, en encuentros múltiples, o en una relación de por vida. Puede ser formal o informal. Independientemente de la duración o el formato, debe ser abrazada como un don en el cual la posibilidad de transformación es dada y recibida mutuamente. A medida que estos encuentros esperanzadores se suscitan, la humanidad se transforma positivamente, el mundo se convierte en un lugar mejor, y el reino de Dios y sus valores se acercan a la tierra. Quiera Dios que podamos tener una actitud de apertura generosa, así como la tuvo Frankie Huff Granger, para realizar nuestra parte en hacer la cadena inquebrantable más fuerte y más ancha. ¡Amén!