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La semana pasada tuve la oportunidad de viajar por el sur de California con mi familia. Como cualquier buen autor o autora, me mantuve atenta para ver si encontraba narrativas o experiencias que pudieran inspirar mi mente y corazón, y las cuales pudieran resultar en un escrito con buen contenido. Gracias a Dios, durante mi viaje tuve dos de esas experiencias inspiradoras.
El sábado pasado, estuvimos todo el día en Disneyland. No acostumbro ir con frecuencia a estos parques temáticos, de hecho, a lo largo de mi vida solo he estado cuatro veces en un parque de Disney. Pasamos un tiempo muy agradable, casi perfecto, con una excepción. Por alguna razón, algunas de las atracciones no funcionaban bien. Simplemente se detenían en medio del paseo. Esto nos pasó dos veces, pero gracias a Dios no ocurrió en alguna montaña rusa o en algún juego audaz y atrevido.
Una de las ocasiones, mi hija y yo estábamos paseando en el juego “Es un mundo pequeño”, el cual es uno de los juegos clásicos de Disney de todos los tiempos. Recuerdo haberme paseado allí, cuando tenía 10 años, en compañía de mi mamá, papá, hermana y hermano. Permítanme describirlo para quienes nunca han estado allí. Las personas abordan una pequeña embarcación con aproximadamente quince personas más, la cual les lleva a un recorrido por diferentes partes del mundo. Las personas se imaginan que están viajando al ver a personajes (muñecas/os) de diversos lugares y nacionalidades, vestidos con trajes típicos. Todos los muñecos/as están cantando en su idioma original, la canción clásica de Richard M. y Robert B. Sherman “Es un mundo pequeño” (It’s a Small World). La canción es tan contagiosa que después de un par de minutos en el recorrido, las personas comienzan a cantarla. Aquí está la letra:
Es un mundo de risas, un mundo de lágrimas,
Es un mundo de esperanzas y un mundo de miedos,
Hay tante que compartimos,
Que es momento de estar conscientes de que,
Es un mundo pequeño después de todo.
Coro:
Es un mundo pequeño después de todo
Es un pequeño, pequeño mundo.
Sólo hay una luna y un sol de oro,
Y una sonrisa significa amistad,
Aunque las montañas dividan,
Y los océanos sean anchos,
Es un mundo pequeño después de todo.
Mi hija, las otras personas y yo estuvimos atoradas en este juego aproximadamente por 25 minutos, durante los cuales estos personajes de todo el mundo cantaban la misma canción una y otra vez. Mientras esperábamos a que el juego volviera a funcionar, comenzamos a hacer algunas bromas ligeras para aliviar la tensión y frustración causadas por este incidente. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, cada vez me sentía más y más molesta con la canción. Era repetitiva y estaba muy fuerte. En un momento dado, pretendí jalarme el cabello, y grité: “Ya lo entendí; es un mundo pequeño que tenemos que compartir. Déjenme salir de aquí”. Mi hija y las personas cercanas a mí se rieron, e inmediatamente comencé a pensar: ¿Realmente lo entiendo? ¿Lo entendemos? Si es así, ¿cómo compartimos este pequeño mundo?
En ese momento, recordé otra experiencia que tuve dos días antes al visitar la Universidad de California en San Diego, donde mi hija trabaja como consejera académica. Es un campus hermoso con muchas expresiones artísticas a su alrededor. Fuimos a ver una pieza de arte en particular, creada por el artista surcoreano Do Ho Suh, y titulada “Estrella Caída” (Fallen Star). La pieza es una pequeña casa que parece haber caído del cielo, encima del séptimo piso del edificio de la Escuela de Ingeniería Jacobs. A la distancia, la casa presenta un panorama discordante. Parece una pieza fuera de lugar, la cual no encaja con el resto del edificio. Además de esta disonancia arquitectónica, la casa tiene una inclinación de cinco grados.
Cuando las personas entran a la pequeña casa, experimentan un desequilibrio y tienden a tomarse de la perilla de la puerta o de un mueble, para así encontrar algo de estabilidad. La guía del lugar explicó que esta experiencia de desequilibrio es lo que sintió el artista cuando vino a los Estados Unidos de América como estudiante internacional. Todos los días experimentaba esta realidad desequilibrada, y tenía que reorientarse para sobrevivir en este nuevo entorno. La guía destacó también que la única parte de la casa que estaba en equilibrio era un candil que colgaba del techo. Debido a la fuerza de la gravedad, el candil mantiene el ángulo correcto y sirve como punto de referencia de lo que es la verdadera realidad.
La pieza creativa de Do Ho Suh representa lo que muchas personas extranjeras (inmigrantes o refugiadas) experimentan al cambiarse a una nueva tierra – una vida que está constantemente desequilibrada y un esfuerzo arduo por reorientarse para poder sobrevivir.
¿Sobrevivir? ¿Qué acaso sólo las personas extranjeras son las únicas que necesitan sobrevivir?
Hay tanto que compartimos,
Que es momento de estar conscientes de que,
Es un mundo pequeño después de todo.
La verdad es que, como seres humanos, todas las personas del mundo estamos realmente atrapadas, como en el juego de Disneyland, en este pequeño mundo que tenemos que compartir para poder sobrevivir. ¿Cómo podemos hacerlo con éxito? Do Ho Suh ofrece algunas estrategias sabias cuando nos invita a reconocer las muchas cosas que nos hacen experimentar la realidad de una manera desequilibrada. En mi opinión, estas cosas pueden ser tentaciones que enfrentamos relacionadas con el poder, control, dinero, posesiones o relaciones interpersonales incorrectas/inapropiadas que pueden conducir a problemas de sexismo, clasismo, racismo y/o discriminación por la edad. La única salida es reorientarnos mirando al candil que mantiene el verdadero ángulo de la realidad.
Como seres humanos en general, el candil puede ser las cosas que representan un común denominador alrededor nuestro. Estas cosas que compartimos son las que nos llevarán no sólo a sobrevivir, sino también a florecer en conjunto. Deseamos paz, comida, vivienda, agua potable, educación para nuestros hijos e hijas, y un futuro lleno de esperanza. ¿Cómo podemos trabajar en conjunto para lograr estas metas compartidas?
Para la gente cristiana, estas experiencias de desequilibrio y reorientación también deben de ser una constante. Según la biblia, la gente cristiana es extranjera, ya que su ciudadanía está en el cielo. Por lo tanto, luchamos contra los valores del mundo, y necesitamos reorientarnos constantemente hacia los valores del reino de Dios.
¿Cómo hacemos eso? ¿Cuál es el candil que nos muestra el ángulo correcto? Creo que el único candil que puede iluminarnos, y que nos proporcionará el ángulo correcto de la realidad es la Santa Trinidad.
Al resistir las tentaciones, y reorientarnos para vivir en conjunto en nuestro mundo compartido, debemos recordar que Dios creó a todos los seres humanos a su imagen. Por lo tanto, como portadores de la imagen de Dios, todos los seres humanos tienen el mismo valor y dignidad, y deben de ser tratados de acuerdo a esto. Jesús, el hijo, la revelación más completa de Dios (Hebreos 1:1-3), nos mostró que debemos de tratar a las personas con amor, misericordia y compasión. Finalmente, el Espíritu Santo nos empodera para poder vivir una vida que tiene como ejemplo a Jesús, en la cual el fruto del Espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza) debe de ser la forma en que las personas cristianas interactúan entre sí, y con las demás personas del mundo.
Después de todo, es un mundo pequeño, y debemos de ser conscientes de que sobreviviremos en conjunto, o pereceremos en conjunto. Que podamos discernir el camino correcto, y que seamos lo suficientemente valientes para actuar a la luz de éste. Una buena acción en nuestro círculo de influencia puede tener un efecto dominó, y ayudarnos a progresar mucho. Con la ayuda de Dios, hagamos nuestra parte.