An English version is available here.
Como teóloga, me encanta el período de la Reforma. No conocía mucho sobre esta época, hasta que comencé mi educación teológica. Ese año en particular, mi seminario invitó a un erudito de la Reforma como profesor visitante. Desafortunadamente, pocos estudiantes se inscribieron para su clase. Por lo tanto, el decano persuadió a un grupo de estudiantes a tomar este curso. Yo fui parte de ese grupo. No estaba segura de qué esperar, pero los resultados, hasta el día de hoy, han sido abundantes.
El conocimiento sobre la Reforma me ha ayudado a entender muchas de las razones por las cuales la gente cristiana y protestante vive y opera de la manera en que lo hace hoy. Además, mis estudios sobre este periodo han seguido dando muchos frutos en mi carrera profesional y ministerial. Por ejemplo, hice uno de mis exámenes comprensivos doctorales sobre este tema, he predicado y dado muchas conferencias y clases al respecto, he publicado diferentes escritos basados en el tema, y recientemente hice una entrevista de televisión sobre la Reforma, junto con mi apreciada colega Raquel Contreras.
Dado este trasfondo, esperé el aniversario de los 500 años de la Reforma con mucha expectación. ¡El aniversario fue anoche! Hace cinco siglos, el 31 de octubre de 1517, Lutero publicó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. Al hacer esto, Lutero intentaba traer a la luz algunos de los abusos de la Iglesia Católica Romana de ese tiempo.
Si bien la iglesia oficial afirmaba que por la gratitud de haber recibido su salvación, la gente cristiana debía contribuir a la iglesia comprando indulgencias, la creencia popular era que al comprar indulgencias, las personas podían obtener el perdón y la salvación. Después de batallar durante mucho tiempo con la idea de la salvación por obras, y la noción de un Dios como juez el cual era muy difícil de satisfacer, un buen día Lutero descubrió el versículo que afirma: Los justos vivirán por la fe (Romanos 1:17). En ese momento, Lutero encontró a un Dios de amor y misericordia que ofrece salvación por la gracia a través de la fe, y no por obras.
Al publicar sus 95 tesis, Lutero esperaba desafiar las creencias tradicionales de la época sobre la salvación y la gracia, y los abusos que éstas producían entre la gente. Además, Lutero deseaba que la gente viviera la nueva relación que él estaba experimentando con un Dios de amor y misericordia. Estaba seguro de que una vez que la iglesia oficial se diera cuenta de los abusos que la gente común estaba viviendo, ésta cambiaría y se reformaría de estos entendimientos y prácticas inapropiadas. La meta de Lutero no era comenzar una nueva iglesia, sino reformar a la ya existente.
¿Qué pasó después? Los libros de historia de la iglesia narran que eventualmente Lutero fue expulsado de la Iglesia Católica Romana, por lo que él y sus seguidores fueron forzados a comenzar a comportarse como una iglesia nueva y alternativa. Estos y otros eventos de esos tiempos, eventualmente dieron nacimiento a la rama protestante del cristianismo.
Este año hubo muchas oportunidades para conmemorar el aniversario de los 500 años de la Reforma: servicios de adoración, conferencias, ponencias, libros, blogs y columnas. Pero ahora que este aniversario ha pasado, ¿qué sigue? ¿Ahora qué?
Si bien es cierto que hay muchos conceptos teológicos ricos que emanan de este período, en este momento me gustaría concentrarme en una meta que los reformadores promovieron para reformar a la iglesia. Al seguir las ideas del movimiento humanista, los reformadores querían reformar la teología y la práctica de la iglesia volviéndose a las fuentes originales. A lo que ellos se referían, era a regresar a los escritos de la Biblia y de los tiempos patrísticos.
Durante el tiempo de los reformadores, el hecho de tener acceso a las Escrituras (como un libro real que podían tener en sus manos y leer) era una verdadera novedad. Recordemos que Gutenberg acababa de inventar la imprenta y, como consecuencia de esto, la gente común pudo tener acceso a libros. Pero más que tener las Escrituras en sus manos, la meta real era reformar a la iglesia al guiar tanto al clero como a la gente laica a pensar y vivir de acuerdo con los principios básicos del Evangelio..
Vale la pena explorar más este concepto. ¿Cómo se podría vivir hoy en día?
Este fin de semana pasado tuve la oportunidad de volver a los principios básicos del Evangelio. Cuando se dieron varios desastres naturales (huracanes y terremotos) tanto en agosto como en septiembre pasados, me sentí tan impotente y deseosa de hacer algo más que escribir y dar conferencias/clases sobre estos eventos. Por lo tanto, envié un mensaje a la comunidad del Instituto de Liderazgo para Latinas para preguntar si alguien estaba interesada en ir a un viaje misionero práctico. La respuesta fue positiva. Así que este fin de semana pasado, estas hermanas del LLI y yo fuimos a servir a personas afectadas por el huracán Harvey en Houston.
Guiadas por Butch Green, misionero del Compañerismo Bautista Cooperativo (CBF), movimos y reorganizamos casi 200 cajas de ropa y suministros que se distribuirán entre las personas más necesitadas de la zona. Luego, fuimos a empacar las pertenencias de la Sra. C., o lo que quedaba de ellas. Debido al huracán Harvey, ella perdió su casa y la mayoría de sus pertenencias, pero lo más trágico fue que perdió a su hijo. El necesitaba diálisis y como no pudo recibir ningún tratamiento durante dos semanas, su salud empeoró y no pudo sobrevivir.
Cuando terminamos nuestra labor, una de las hermanas le preguntó a la Sra. C. si podíamos orar por ella, a lo cual ella estuvo de acuerdo. Inmediatamente después, la Sra. C. ofreció una hermosa oración por todas las miembros del equipo. Concluyó diciendo: “Sé que hoy Dios está muy agradado con las acciones de estas hermanas”.
Esta experiencia sacra me impulsó a seguir preguntándome: ¿qué más implica volver a los principios básicos del Evangelio, de tal manera que podamos agradar a Dios?
Creo, junto con los reformadores, que esto implica tomar en serio la necesidad de seguir reformándonos/transformándonos al igual que a nuestras iglesias, con el fin de continuar creciendo en nuestra fidelidad y obediencia al llamado de Dios. ¿Cuál es este llamado? Es uno que implica el abrazar la noción de un Dios compasivo que desea una vida abundante para todas sus criaturas. Es involucrarnos con todo nuestro ser en promover el proyecto de Dios: acercar su Reino a la tierra. Es un atrevido intento de vivir de acuerdo con los valores y acciones de Jesús, quien invirtió su energía en el desarrollo integral de las personas más vulnerables, y desafió las estructuras opresivas de su tiempo.
En resumen, es hacer lo que le da la gloria a Dios, o en las palabras de mi querida hermana Alicia Zorzoli: “Es hacer lo que hace feliz a Dios”.