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Hace dos semanas, al estar empacando mis cosas para ir a la Conferencia de Texas de Mujeres Bautistas en el Ministerio, y al ver que la amenaza de las redadas de inmigración se hacía más tangible, consideré empacar una copia de mi pasaporte estadounidense. (A pesar de que mi color de piel es bastante claro, y puedo pasar fácilmente como una ciudadana nativa de los Estados Unidos, tan pronto como hablo mi acento revela mi estatus extranjero). “Solamente vas manejando a Abilene, Texas”, me dije a mí misma, “pero ¿qué pasaría si …?” Sentí una sensación de miedo … y empaqué una copia de mi pasaporte, por si acaso.
Pero ¿qué pasa con la gente inmigrante que no tiene pasaporte? ¿Qué pasa con las personas inmigrantes que no son de piel clara como yo, y que son identificadas y discriminadas debido a su perfil racial (detenidas y cuestionadas sólo porque tienen la piel más oscura o una complexión física que las expone)? ¡El miedo no sólo está presente, sino el terror! Sólo me lo puedo imaginar…
Lo que sé es que las personas inmigrantes indocumentadas están volviendo a ser la comunidad invisible – la que vive en las sombras. Si salen, enfrentan amenazas de detención, deportación y, en última instancia, separación de sus familiares y personas queridas. Así es que se esconden en sus casas. No van al trabajo o a la iglesia (sí, muchas de estas personas son creyentes fieles como usted y como yo). No envían a sus hijos/as a la escuela. Transitan escondidas por los callejones de sus ciudades y de la vida.
¡Son tiempos difíciles! Estamos viendo cosas nuevas que nunca imaginé que podrían suceder en este país de libertad, entre ellas: restricciones de viajes, redadas, la construcción del muro, silenciar a la gente, uso de información poco convencional y datos no confiables, y un ambiente donde el acoso e intimidación (bullying) parecieran ser bienvenidos y aceptables. Todo esto está creando mucha ansiedad y sufrimiento en diversas comunidades.
Al reflexionar en esto, encarando mis propios miedos y empatizando con los temores y sufrimientos de las otras personas, recordé las preguntas del teólogo Gustavo Gutiérrez: “¿Cómo hablar de un Dios que se revela como amor en una situación caracterizada por la pobreza y la opresión?… ¿Cómo reconocer que Dios nos hace un don gratuito de amor y justicia cuando tenemos frente a nosotros/as el sufrimiento de las personas inocentes?” (On Job: God-Talk and the Suffering of the Innocent, p.xiv).
Ahora, en relación a este punto, algunos de los lectores/as pudieran argumentar que estas gentes indocumentadas no son inocentes. Por el contrario, son delincuentes porque violaron la ley entrando al país sin documentos adecuados, o extendieron su estancia sin el permiso apropiado. ¿Tenían otra opción? ¿Qué haría si usted y su familia tuvieran hambre? ¿Qué haría si usted y su familia estuvieran constantemente en una situación de extrema violencia, donde la violación y la muerte están siempre a la vuelta de la esquina? Quizás también se hubiera ido, con documentos o sin ellos, a una tierra extranjera en busca de un futuro mejor para usted y sus personas amadas. Tal vez habría pensado también: “Es mejor salir de aquí, aunque muramos en el proceso … porque si nos quedamos, moriremos de todos modos”.
Además, el hecho de que una ley sea una ley, no la convierte en una ley buena y justa. No olvidemos que en ciertos momentos de la historia era lícito tener esclavos/as. ¿Era correcto porque era la ley? ¡Por supuesto que no! Se llevó mucho trabajo y sufrimiento el cambiar esta ley, pero eventualmente se hizo. ¡En lugar de redadas, lo que se necesita es una ley de reforma migratoria integral!
Así que la pregunta surge de nuevo: ¿Cómo hablar de Dios frente al sufrimiento? Gustavo Gutiérrez sugiere el uso de dos lenguajes, necesarios e inseparables: contemplación y profecía (On Job: God-Talk and the Suffering of the Innocent, pp.16 y 17). El primero llama a la persona cristiana a una experiencia más profunda del amor de Dios. Al contemplar a Dios, reconoceremos a un Dios de misericordia, compasión y justicia, que tiene una preocupación especial por la gente oprimida, vulnerable y marginada de la sociedad. Ciertamente, las personas de hoy en día que son inmigrantes, refugiadas, y extranjeras, junto con las viudas y los huérfanos/as entran en esta categoría (Levítico 19:33-34 e Isaías 1:17). Además, Jesús, como la revelación más completa de Dios (Hebreos 1:1-3), impartió el mismo mensaje y mostró los mismos intereses y valores.
Pero esta relación más profunda con Dios, no se trata sólo de conocerle mejor, sino que representa también un llamado a la acción. Así, Gutiérrez habla de un lenguaje profético que nos mueve, en nombre de Dios, a hacer algo contra el sufrimiento de la gente. Por un lado, es un llamado a protestar contra la injusticia, y a desafiar la opresión y regímenes, leyes, políticas y prácticas injustas. Por otro lado, es un llamado a solidarizarse con la gente que sufre en nuestra sociedad, igual y como lo haría Jesús. ¿Cómo se ve esto? En las últimas semanas, hemos visto algunos buenos ejemplos. Le doy gracias a Dios por:
- Pastores y pastoras, iglesias y ciudades que protegen a las personas inmigrantes indocumentadas y a sus familias.
- Pastores y pastoras que desafían opiniones y prácticas opresivas a través de sus predicaciones.
- Estudiantes que están convocando a sus escuelas a proteger a las/os estudiantes indocumentados.
- Escritores/as, poetas, artistas, y cantantes, que nos ayudan a verbalizar nuestras experiencias traumáticas, así como a delinear cómo movernos hacia adelante con nuestros sentimientos, emociones y estrategias.
- Quienes están guiando a la comunidad inmigrante y enseñándoles qué hacer en caso de una redada, o un intento de invasión de su casa.
- Quienes están marchando y protestando.
¡En realidad son tiempos difíciles! Al tratar de discernir las demandas de estos nuevos tiempos, contemplemos con devoción al Dios que ama a la persona extranjera, huérfana, viuda, pobre y oprimida. Contemplando a Dios, discerniremos también nuestro llamado a la acción. Si bien es cierto que mi llamado específico como madre, profesora, conferencista y escritora puede ser diferente al suyo, el llamado bíblico en general para todas las personas cristianas continúa siendo el mismo:
Y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8
Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso. Proverbios 31:9
Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano. Zacarías 7:9-10
Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar. Jeremías 22:3
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Mateo 25:35 y 36
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Lucas 10:27
Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. Mateo 7:12