An English version is available here.
Hace dos días inicié un viaje con diez integrantes de la comunidad del Latina Leadership Institute. Volamos de San Antonio, Texas a la ciudad de México con la meta de visitar importantes lugares históricos, culturales y religiosos. El LLI ofrece este viaje como una oportunidad para que las participantes continúen nutriendo sus raíces culturales.
Como crecí en México con la bendición de visitar estos lugares durante mi niñez, me tomó algo de tiempo el entender la importancia de este viaje para las personas México-americanas y latinas en los Estados Unidos de Norteamérica. Tenía alguna idea de su significado, pero éste llegó a ser más claro cuando hace tres veranos llevé a mi hijo por primera vez en un viaje similar. Al estar allá me dijo: Si sólo mis amistades de Estados Unidos pudieran ver lo que estoy viendo. Sólo escuchan acerca de la violencia, las drogas, y las cosas malas, pero si pudieran ver todas estas cosas tan maravillosas”. Se refería a los sitios arqueológicos, culturales y religiosos que le hicieron sentirse orgulloso de su herencia cultural mexicana. Sin duda alguna, ese verano su autoestima cultural y étnica creció considerablemente.
El tener una autoestima saludable es benéfico para cualquier persona pues le permite encontrar un cierto nivel de confianza en lo que él o ella es. Como una buena autoestima reduce la inseguridad y el miedo, le permite a uno/a anclarse firmemente en su identidad (étnica, cultural, social o religiosa), y por lo tanto el poder interactuar de una manera más saludable y productiva con otras personas.
Desafortunadamente, para muchos de los grupos minoritarios en los Estados Unidos, esta autoestima es difícil de alcanzar. Cuando te dicen seguido y de diversas maneras, veladas y abiertas, que tu no perteneces (aún y cuando poseas la ciudadanía de Estados Unidos) debido a tu herencia cultural, color de piel, o manera de verte o hablar, empiezas a dudar de ti mismo/a en relación a diversas facetas de tu vida. Si además, a lo largo de tu vida te han hecho creer que no encajas en la “norma” (manera amable de decirte que eres anormal); que tu historia, antepasados y perspectiva no son suficientemente importantes para incluirlos en las diferentes labores y niveles educativos; y que tu voz y la de tu gente no es importante a la hora de tomar decisiones o en la áreas públicas de la sociedad, el autoestima empieza a disiparse, poco a poco, y un desempoderamiento empieza a asentarse.
Este proceso negativo y nocivo de desempoderamiento afecta no sólo a los grupos minoritarios, sino a todas las personas cuando sus interacciones empiezan a estar plagadas de miedo, enojo y violencia, y la posibilidad de un futuro enriquecedor, individual y colectivo, se disminuye. Desafortunadamente la semana pasada acabamos de presenciar las consecuencias dolorosas y dañinas de este proceso en Luisiana, Minnesota, y Texas.
Hace dos semanas fui a una conferencia del Dr. David Carrasco, profesor en la Universidad de Harvard, en la cual narró una experiencia similar a la que tuvo mi hijo en la Ciudad de México. Le dijo a la audiencia cómo el sistema dominante, opresivo, le había enseñado a sentirse avergonzado de su cultura mexicana. Sin embargo, este sentimiento de vergüenza fue confrontado cuando a los trece años su papá lo llevó a la Ciudad de México a visitar diferentes lugares de importancia cultural. Él le llama a esta experiencia su momento azteca, en el cual se volvió orgulloso de ser México-americano. Carrasco continuó compartiendo que él habla seguido de este momento azteca como una manera de animar a otras personas a contemplar sus orígenes, y encontrar un sentido de conexión con su pasado y sus ancestros. Mencionó como sus estudiantes de otros contextos culturales hablan ahora de haber tenido “un momento irlandés o polaco”.
En este clima de tensiones raciales extremas, considero que la sugerencia de Carrasco de mirar atrás, hacia nuestras raíces, tiene mucho valor. Un viaje hacia nuestros orígenes nos permitirá ver que:
• todos los seres humanos tenemos nuestra propia historia geográfica y étnica, pero a la vez compartimos una historia original común: fuimos creados por Dios, a su imagen. Como criaturas de Dios, todas las personas tenemos el mismo derecho a una vida digna donde tanto nuestras necesidades básicas tangibles de techo, comida, ropa, educación y seguridad, como las intangibles de autoestima, afirmación emocional y seguridad interna, sean llenadas. Como criaturas de Dios, todas las personas tenemos la responsabilidad de tratarnos como hermanos y hermanas, reflejando un amor similar a la que Dios tiene por nosotros/as. Un amor verdadero el cual está profundamente enraizado en la justicia y la paz.
• la mayoría, si no es que toda las personas ciudadanas de Estados Unidos, tienen raíces en algún otro lugar. Esto significa que todas ellas son inmigrantes o descendientes de inmigrantes. Por lo tanto, deben reconocer que en un momento dado sus ancestros llegaron aquí buscando un mejor futuro para sí y sus familias, y que al igual, las personas inmigrantes de hoy siguen la misma búsqueda.
• todas las culturas del mundo tienen elementos positivos y negativos. El reconocer los negativos es difícil, pero indispensable, especialmente si estos requieren arrepentimiento, confesión y cambio. En relación a los positivos, necesitamos aferrarnos a ellos, y empezar a interactuar desde su rica plataforma para construir puentes de comunicación con otras personas, especialmente las que son diferentes a nosotros/as.
¿Cómo se ve esto concretamente? Como ciudadana común, me uno a las voces que proponen la creación de espacios de dialogo que sean honestos, respetuosos, vulnerables y seguros, donde podamos aprender y enriquecernos con las historias y perspectivas de otras personas. Ya que hagamos esto, descubriremos que no somos tan diferentes, y que tenemos metas comunes que involucran el bienestar de nuestras familias y comunidades.
Como profesora, invito a mis colegas a que incluyan diversas perspectivas en sus salones de clase. No minimicen, ni les tengan miedo a las historias y puntos de vista de otras personas; por el contrario, enriquézcanse con ellas. Si todavía le quedan dudas de los efectos importantes de cambiar el panorama tradicional académico, por favor lea este poderoso blog de mi colega de la Universidad Bautista de las Américas, Sophia Botello. Lo mismo se aplica si usted es pastor/a, por favor asegúrese de incluir líderes y voces diversas en los asuntos y las actividades de su iglesia, incluyendo los cultos.
Ahora, comprendo que debido a causas políticas, económicas o de seguridad, no todas las personas pueden viajar físicamente a sus lugares de origen. Sin embargo, hay otras maneras en que esto se puede hacer: al ver documentales, leer libros, oír música, admirar piezas de arte y expresiones culturales, y al escuchar historias de otras personas.
Un viaje a nuestros orígenes es algo espiritual y enriquecedor. Nos conectará con Dios y con otras personas. Nos llevará a un lugar positivo de empoderamiento donde podremos llegar a ser mejores personas y miembros de la familia humana mundial.
Al continuar en este viaje esta semana, seré bendecida al experimentar momentos aztecas junto con mis queridas hermanas del LLI. Si bien es cierto que estas experiencias aumentarán el autoestima cultural, también traerán nuevos desafíos que espero nos lleven a vidas más ricas, listas para interactuar con otras personas de una manera productiva y significativa.
Le invito a experimentar también su momento _____________, y darle la bienvenida tanto a la riqueza de esta experiencia como a los desafíos. Puede ser que represente un trabajo arduo, pero es uno que vale la pena pues todas las personas estamos conectadas y dependemos de Dios, pero también unas de las otras para lograr que nuestro mundo, y el de las generaciones futuras, sea mejor.