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Recientemente, me desperté abrumada en el apartamento de mi hermano en la Ciudad de México. Había tenido una pesadilla.
En mi sueño, era un sábado y yo estaba en mi trabajo en la Universidad Bautista de las Américas. Había programado una junta a las 10:00 de la mañana con el consejo directivo del Instituto de Liderazgo para Latinas, y nada estaba listo para esta reunión. No había agenda, informes, ni planes para la comida, y las miembros del consejo ya estaban llegando. Buscaba desesperadamente a la ayudante administrativa del instituto, pero no podía encontrarla. En seguida mi teléfono comenzó a sonar para recordarme que había una conferencia de la Unión Femenil Misionera en la capilla a las 11:00 de la mañana, y que yo era la oradora. Pensé, bueno, tal vez las miembros del consejo del LLI pueden trabajar en comités, mientras yo corro a hablar en la capilla. El problema era que tampoco estaba preparada para este mensaje. De hecho, ni siquiera podía recordar el tema de la conferencia. Mi teléfono sonó una vez más para recordarme que un grupo de mi iglesia venía a hacer trabajo voluntario, y yo era la líder del grupo. En mi sueño me repetía: “¿Cómo es posible que programé estos tres eventos tan importantes sin darme cuenta de que todos eran al mismo tiempo?”Afortunadamente, en ese momento me desperté de mi pesadilla.
Con mi corazón todavía palpitante, busqué a mi hermano, quien sugirió que fuéramos a desayunar a un pequeño restaurante al que se puede llegar a pie. La ruta a este lugar incluye el subir un puente peatonal para cruzar una calle con mucho tráfico. Cuando llegamos a la mitad del puente, de repente me detuve al leer un letrero que decía: “Prepare su salto”. Permanecí allí unos segundos, atribulada por la morbosidad del mensaje, y con la esperanza de que nadie lo tomara en serio. Pensando todavía en mi sueño, le dije a mi hermano: “Esto es lo último que quiero ver ahorita”.
Después de ordenar la comida, le compartí a mi hermano sobre mi sueño, y al hacerlo empecé a conectarlo con la vida real.
En mi mundo ideal, cada año hago planes para descansar el mes de julio. Mis buenas intenciones siempre están ahí, pero normalmente, y después de mucha lucha, ese anhelado mes se convierte solamente en dos semanas. Este año no fue la excepción. Recordé que mientras planeaba estas vacaciones en México, y siguiendo mi instinto de ser muy cuidadosa con el tiempo y el dinero, decidí incluir dos cortos viajes de trabajo, de un día cada uno. Los primeros días del viaje fueron los más desafiantes: cuatro ciudades en cinco días, cuatro aeropuertos diferentes y un viaje por carretera. Al concluir este maratón de viajes, estaba muy satisfecha con los resultados. Sin embargo, estaba exhausta. ¡Ahora sí mi sueño lleno de ansiedad empezaba a tener sentido!
Mientras compartía con mi hermano las conexiones entre mi sueño, la vida real y el impacto que me causó el letrero de “prepare su salto”, de repente mi pensamiento cambió, y dije: “¿Y qué de preparar un salto a una vida mejor? ¿Qué implicaría esto?” No pude responder a estas preguntas inmediatamente, pero al seguir pensando en ellas, llegaba a la misma respuesta: Cambios. Cambios. Cambios.
Sospecho que no soy la única persona con este tipo de sueños de ansiedad. A menudo doy conferencias sobre cómo vivir una vida equilibrada, las cuales incluyen el poner atención a síntomas de agotamiento tales como sueños de ansiedad. Regularmente la audiencia sonríe o asiente con la cabeza, confirmando el haber experimentado estos sueños.
Para mí, los sueños de ansiedad representan un llamado al cambio. Pero el cambio es difícil. Una vez escuché al Dr. Alberto Reyes describir que a nadie le gusta el cambio, excepto a un bebé con un pañal sucio.
El cambio es difícil porque implica un trabajo arduo: un proceso de varios pasos que debe de estar rodeado de oración y discernimiento.
Primeramente, requiere una concientización, vulnerable y dolorosa, de que algo no está bien. A menudo esto es difícil de reconocer porque representa un desafío a nuestra manera de hacer las cosas, a nuestra autosuficiencia y/o arrogancia.
Segundo, después de alcanzar ese nivel de conciencia, es importante hacerse preguntas claves. Por ejemplo en mi caso: ¿Este maratón de ciudades y aeropuertos es un patrón regular en mi vida o un caso aislado? Si se trata de un patrón donde el afán continuo es constante, esto demanda cambios. ¿Qué tipo de cambios? La respuesta requiere más preguntas: ¿por qué hago lo que hago? ¿Fue realmente para ahorrar dinero y tiempo? ¿O había otros motivos velados, como demostrar que estoy muy ocupada, como si la ocupación extrema fuera equivalente a ser importante? ¿Está relacionado esto con una adicción al trabajo? Estas preguntas requieren honestidad y franqueza, de lo contrario prevalecerá un estilo de vida nocivo.
En tercer lugar, esta valiosa información, basada en preguntas claves y respuestas honestas, debe conducir a trazar un camino distinto, una forma nueva de hacer las cosas.
Después de trazar este camino nuevo, el cuarto paso requiere su implementación, y eventualmente una evaluación del proceso y sus resultados.
Sí, el cambio es difícil, pero los resultados pueden ser muy positivos. Esto me hace recordar dos historias bíblicas donde se dio un cambio positivo.
El capítulo 18 de Éxodo describe a Moisés trabajando muchas horas, desde el amanecer hasta el anochecer. Después de observar esta rutina, Jetro, el suegro de Moisés, lo confronta con la posibilidad de que éste llegue a sentirse exhausto, y que a pesar de todo su trabajo las necesidades del pueblo de Israel todavía queden insatisfechas. Jetro le sugiere a Moisés un proceso de delegación de responsabilidades. Estoy segura de que fue difícil para Moisés hacer cambios y soltar el poder y control, pero lo hizo. Creo que estos cambios llevaron a Moisés y a sus personas amadas a una vida mejor.
El versículo que se encuentra en Marcos 6.31 parece indicar que los discípulos de Jesús estaban tan ocupados que ni siquiera tenían tiempo para comer. Estaban cansados, no sólo físicamente sino también emocionalmente. Los versos anteriores narran eventos difíciles en los que Jesús fue rechazado en Nazaret, los doce fueron enviados a ministrar, y Juan el Bautista fue decapitado. No es de extrañarse que los discípulos estuvieran exhaustos. En una acción sorprendente, Jesús sugiere firmemente que paren de hacer lo que estaban haciendo y descansen un poco. Como estaban rodeados de personas necesitadas, la sugerencia de Jesús requería un cambio de prioridades y de ritmo. Dadas las circunstancias, creo que fue desafiante para ellos detenerse a descansar un poco. El cambio es difícil, por supuesto, pero estoy segura de que éste trajo una sensación de alivio y nueva energía a estos discípulos agotados.
Jesús ha llamado a quienes le siguen a una vida abundante. ¿Cómo se ve esa vida para usted? Podría responderme: “Yo estoy bien. No tengo necesidad de cambio alguno”. Sin embargo, siempre hay lugar y espacio para mejorar. Esto puede representar un desafío porque involucrará un proceso que requiere una concientización vulnerable, preguntas claves y respuestas honestas, el trazar un camino nuevo, implementarlo y evaluarlo.
¿En qué área de su vida necesita cambiar? Puede ser un desafío espiritual, emocional, físico, económico o de relaciones. Sea lo que sea, un buen cambio, aunque es difícil, traerá resultados positivos. A la luz de todo esto: ¿para qué gran salto necesita prepararse?