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Aunque siempre me he considerado como una miembro comprometida con la iglesia, debo confesar que ahorita estoy batallando para regresar a la iglesia presencial.
Durante la pandemia, he asistido fielmente a la iglesia virtual. Al principio, fue muy difícil el no ir a la iglesia en persona, y adorar desde la mesa de mi cocina. Luego me empezó a gustar.
Disfrutaba el no tener que correr para llegar a la iglesia. En ese momento, abril del 2020, mi clase de escuela dominical había cambiado a reuniones virtuales los martes por la noche. Por lo tanto, no tenía que preocuparme por tener una lección lista los domingos en la mañana. La primavera era hermosa y para sobrevivir la pandemia comencé a desarrollar nuevas rutinas. Me levantaba temprano los domingos por la mañana, desayunaba bien, y trabajaba en mi jardín antes de que hiciera un calor insoportable en mi ciudad, San Antonio, Texas. A las 10:50 de la mañana, detenía mis proyectos al aire libre para ir a la iglesia virtual desde la mesa de mi cocina, toda sudada, sin ninguna ropa especial ni maquillaje, y con un refrescante vaso de agua. Y justo después de la iglesia, seguía trabajando un poco más en mi jardín. Realmente me empezó a gustar esta nueva rutina.
Pasaron la primavera y el verano, y llegaron el otoño y el invierno. Me gustaba adorar en pijamas y con una taza de café en las manos. Era bueno el no tener que salir en días lluviosos o fríos.
Lo largo de la pandemia me llevó a desarrollar no sólo nuevas rutinas, sino también nuevos hábitos, positivos y negativos, y los hábitos son difíciles de cambiar.
Razones por las cuales es difícil regresar
Sospecho que no soy la única persona que tiene dificultad para regresar a la iglesia presencial. Existen muchas razones que pueden llevarnos a tratar de permanecer con la iglesia virtual:
- Tal vez perdimos a una persona amada durante la pandemia e ir a la iglesia es un recordatorio de que esta persona ya no está con nosotros.
- Tal vez algunos somos introvertidos, y la iglesia virtual nos ha ahorrado el preocuparnos por interacciones personales, ya sean buenas o incómodas.
- Tal vez estábamos haciendo demasiado en la iglesia o en la vida en general, y cuando comenzó la pandemia, nos dimos cuenta de lo exhaustos que estábamos.
- Tal vez nos acostumbramos tanto a protegernos del virus, que salir de casa se siente como una amenaza para nuestro bienestar.
Especialistas en estudios de liderazgo afirman que se necesitan 21 días para cambiar un hábito. Para mí, podrá tomarme 21 domingos, pero como le dije recientemente a mi pastor, regresaré. Sólo necesito un poco de tiempo y paciencia.
Dando pasos
Como ocurre con muchas cosas en la vida, para mí el regresar a la iglesia presencial ha sido un proceso con diferentes pasos.
El primer paso fue el aceptar la verdad: no quería volver a la iglesia presencial.
“Como ocurre con muchas cosas en la vida, para mí el regresar a la iglesia presencial ha sido un proceso con diferentes pasos”.
El segundo paso fue preguntarme por qué. Por supuesto, me tomó un poco de introspección y honestidad para encontrar la respuesta verdadera. Como una mujer ocupada y con muchas obligaciones, los domingos de pandemia se sentían como un sábado adicional, donde podía ponerme al día con los pendientes o simplemente encontrar un espacio de tiempo para relajarme. Y claro, cuando mi iglesia abrió sus puertas, inconscientemente me rehusé a abandonar este tiempo adicional y preciado que había encontrado durante la pandemia.
Regresé por primera vez a la iglesia presencial el Domingo de Resurrección. Me sentía nerviosa y emocionada a la vez. Fue una buena experiencia. Me alegré de ver a los hermanos y hermanas a quienes no había visto en más de un año. Luego comencé a fluctuar en mi asistencia, y tuve que encontrar maneras de justificar el hecho de que la iglesia estaba abierta, pero yo todavía estaba asistiendo a la iglesia virtual.
Una vez que entendí lo que estaba sucediendo dentro de mí, me di cuenta de que necesitaba un poco de disciplina para poder seguir adelante. También recordé que especialistas en estudios de liderazgo enfatizan que a menudo la disciplina es la clave del éxito. Parte de mi disciplina consistió en preparar desde el sábado en la noche la ropa que me iba a poner y la bolsa que iba a usar.
También incluyó el hacer la paz con la cuestión de que no he comprado ropa nueva desde noviembre del 2019 y que mi ropa podría estar pasada de moda. Decidí que no dejaría que esto disuadiera mis esfuerzos de volver a la iglesia presencial.
El domingo por la mañana también requería la disciplina de levantarme más temprano y prepararme a tiempo. Dos o tres veces he dudado un poco y llegué tarde a la iglesia, pero no dejé que esta demora me disuadiera de mi propósito de reunirme en persona con mi iglesia.
Ofrezcamos un poco de gracia
Al pasar por este proceso, fue bueno el evitar pensar que estaba viviendo una espiritualidad deficiente o que Dios me ama menos, si me quedaba en casa asistiendo a la iglesia virtual. Dios me ama de la misma manera, si asisto a la iglesia virtual o presencial. Dios conoce todas nuestras luchas y aún así nos ama.
“Al pasar por este proceso, fue bueno el evitar pensar que estaba viviendo una espiritualidad deficiente o que Dios me ama menos, si me quedaba en casa asistiendo a la iglesia virtual”.
Hay que reconocer, al menos, que esta pandemia ha sido brutal, y que todas las personas nos hemos visto afectadas. Estoy de acuerdo con las palabras de Carolyn McEntyre: “(La pandemia) ha sido traumática para algunos, dolorosa para muchos y estresante para todos”. Así que, el agregar más estrés presionándome o avergonzándome a mí misma con respecto al asistir a la iglesia presencial, no era el camino a seguir.
Si usted está luchando para volver a la iglesia presencial, le invito a comenzar su propio proceso. Empiece por aceptar esta verdad y luego explore en su interior para encontrar la razón. Entonces, tal y como en mi caso, un poco de disciplina le puede ayudar también.
Al hacer esto, tenga paciencia consigo mismo. Le podrá tomar 21 domingos, pero también lo logrará.
Y si usted es el hermano o hermana que ha estado presente todos los domingos desde que la iglesia abrió sus puertas, le invito a ser paciente también con el resto de las personas que estamos batallando. Esto es especialmente importante al tratar de que nuestros jóvenes regresen a la iglesia presencial. Sus vidas han sido brutalmente interrumpidas por esta pandemia, y tal vez están batallando incluso más que la gente adulta.
Una de las imágenes más hermosas de la iglesia que nos dejó el apóstol Pablo es la iglesia como el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12-14). He escrito anteriormente acerca de esta imagen en esta publicación digital, pero quiero enfatizar nuevamente la idea de Pablo de que la iglesia necesita seguir el camino más excelente, el camino del amor. Este amor se caracteriza por la paciencia y la bondad (1 Corintios 13:4).
A medida que empezamos a salir de la pandemia, estamos emergiendo con nuestros propios traumas, sufrimientos y cicatrices particulares. Ofrezcámonos un amor revestido de paciencia y bondad. Puede que nos tome 21 domingos o más, pero lo lograremos.
Nora O. Lozano es directora ejecutiva y cofundadora del Instituto Cristiano para Líderes Latinas (Christian Latina Leadership Institute), y ha estado involucrada en el campo de la educación teológica cristiana por más de 25 años.