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Durante las recientes elecciones presidenciales, observé con consternación el recuento de los votos electorales. Tratando de lidiar con el estrés de esa noche, me puse a cocinar vigorosamente (al menos de acuerdo a mis estándares), así como a observar reacciones en las redes sociales. Muchas de mis amistades en ambos lados de la frontera estaban preocupadas por el aumento de un ambiente de odio basado en el prejuicio, intolerancia y racismo abiertos.
Mientras trataba de lidiar con mis sentimientos y emociones de la mejor manera posible, uno de mis hijos mostró preocupación con mi reacción pues sentía que yo debería estar mucho más angustiada con el resultado de la elección y lo que podría ocurrir en el futuro. Traté de calmar a mis hijos asegurándoles que al final, de alguna manera y en algún momento, todo iba a estar bien porque nuestro horizonte humano, así de quebrantado como está, existe dentro de un horizonte Divino.
Debo confesar que también estaba un poco sorprendida con mi reacción. Más tarde me di cuenta de que tal vez mi ecuanimidad se basaba en experiencias anteriores. Por supuesto, estaba consciente de la importancia de esta elección con respecto a cuestiones de género, pero debo admitir que debido a mi doble nacionalidad no fue la primera vez que voté por una mujer para la presidencia.
Tengo que admitir también que aunque para algunas personas se sentía como si fuera el fin del mundo, debido a los temores de un aumento de actitudes y comportamientos intolerantes e inhumanos, yo ya había experimentado algo de eso también. Participé en un viaje de solidaridad en algunas provincias de El Salvador en la década de los ochentas cuando este país se encontraba en medio de su guerra civil. En el 2010, mi delegación cristiana fue constantemente perseguida por la policía en el interior de Egipto, y me dijeron que tuviera mucho cuidado al hablar en una conferencia de liderazgo para mujeres cristianas, debido a que observadores gubernamentales podrían estar ocultándose en la multitud (conferencistas en eventos similares habían terminado en la cárcel). Por supuesto, durante la última década he experimentado el miedo constante producido por el aumento de la violencia en el norte de México.
Entre los muchos temores post electorales, uno especialmente llamó mi atención: el de las familias que crían niños/as biculturales. Este grupo involucra diferentes categorías: familias donde al menos el padre o la madre es inmigrante; Familias formadas por padre y madre de diferentes razas; Familias que han adoptado niños/as de una raza o país diferente al suyo; Familias que a pesar de haber estado en los EE.UU. por generaciones han mantenido las tradiciones de su cultura/país original, y por lo tanto están criando a sus hijos/as con diversas expresiones culturales. Estas familias comparten un temor común relacionado a cómo un racismo creciente puede afectar negativamente el desarrollo y potencial de sus hijos e hijas.
De ninguna manera me considero una experta en este tema. Sin embargo, apelo a mi experiencia como una madre inmigrante que ha criado a una hija y a un hijo maravillosos que hasta ahora, y gracias a Dios, parecen estar bien. Por lo tanto, permítanme ofrecer algunas consideraciones para aquellas personas que se encuentran en una de estas categorías, así como para aquellas que apoyan a estas familias mixtas.
Es muy importante crear un buen sentido de conciencia en los niños/as biculturales. Cuanto antes se den cuenta de que son diferentes porque tienen una experiencia diferente, mejor. Este entendimiento incluye el reconocer que viven entre espacios. El teólogo mexicano-americano Virgilio Elizondo expresó el sufrimiento de no ser plenamente aceptado ni como mexicano, ni como estadounidense, y cómo eventualmente encontró el don de conocer y abrazar las dos culturas y servir de puente entre ellas. Los sistemas predominantes pueden utilizar esta dualidad como una manera de desempoderar a alguien. Sin embargo, para contrarrestar este desempoderamiento, siempre he enseñado a mi hija e hijo que es un don, y también bastante divertido, el conocer dos culturas, dos idiomas y dos formas de vida. Aquí es muy importante también, exponer a los niños/as biculturales, tanto como sea posible, a la cultura extranjera original, para que puedan desarrollar una buena autoestima cultural. En un cierto momento asistimos a dos iglesias en San Antonio: Una iglesia angla, progresista, durante el domingo por la mañana, para instruirnos sobre cuestiones de género, y una hispana, el domingo por la noche, para aprender sobre temas culturales. Si es seguro y factible, se debe llevar a estos niños/as a su país de origen para que experimenten directamente la cultura y el estilo de vida.
La Biblia es un gran recurso para educar a niños/as biculturales. Génesis 1:26-27 destaca cómo todos los seres humanos somos creados a la imagen de Dios. A pesar de que los sistemas predominantes pueden sugerir abierta o veladamente que algunas personas son la “otra” que puede ser percibida como inferior o deficiente, Dios no nos ve así. La dignidad y el valor de los seres humanos se basan en el hecho de que todas las personas somos creadas a la imagen de Dios, iguales, pero a la vez, diversas. Además, la Biblia señala que fuimos hechos cuidadosamente por Dios (Salmo 139: 13-18). La Biblia narra también la misión divina de algunas personas que vivieron entre culturas, tales como Abraham, José, Moisés, Rut, Ester, y Pablo.
El racismo y sus males no son temas agradables; sin embargo deben ser discutidos lo más pronto posible. Las dinámicas racistas representan un intento de adquirir poder sobre la “otra” persona que es diferente, para así debilitarla y controlarla. Pueden presentarse de diversas maneras. Mi hija ha experimentado un cierto racismo de parte de la gente latina en este país debido a su piel clara y ojos azules. Desafortunadamente, a menudo escucha que no pertenece a la población latina debido a su complexión, aunque nació en México, tiene doble nacionalidad y habla español con fluidez. Aprender a reconocer, nombrar y confrontar estas dinámicas racistas es verdaderamente empoderante para los niños/as biculturales.
También es importante proporcionar a los niños/as biculturales espacios seguros donde puedan expresar sus temores, angustias y luchas. Al hacer esto, verbalizarán sus sentimientos/emociones e incrementarán la capacidad de procesarlos y controlarlos mejor.
Considero que los padres y madres son los principales generadores de autoestima en un niño/a. Lo mismo se aplica a figuras de autoridad, tales como pastores/as, líderes juveniles y maestros/as. Aprovechemos todas las oportunidades que se nos presenten para bendecir a estos niños/as con palabras de afirmación, empoderamiento e inclusión. Al final, el objetivo es hacerles sentir cómodos con quienes son, y ayudarles a desarrollar una buena autoestima.
Estoy escribiendo esta columna veinte días después de las elecciones presidenciales, y desafortunadamente ha habido un aumento en los incidentes racistas en los EE.UU., por lo tanto, creo que este tema es más relevante que nunca. Al mismo tiempo, estoy consciente también que estoy escribiendo al comienzo de la temporada de Adviento durante la semana de esperanza. A medida que reconocemos los males del racismo y otros “ismos”, como personas cristianas debemos continuar con la esperanza de que el amor, la justicia y la paz eventualmente prevalecerán. Sigo repitiéndome, como le dije a mi hija e hijo durante la noche de las elecciones, que el horizonte humano con todo su caos existe dentro del horizonte Divino. Como personas cristianas, estamos llamadas a alinear el horizonte humano lo más que se pueda con el horizonte Divino. Es una tarea desafiante, pero con la ayuda de Dios, debemos hacer lo que esté en nuestras manos para hacer esto una realidad en nuestros círculos de influencia y más allá.