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La semana pasada mi mamá murió inesperadamente. Tenía 86 años y había batallado con Alzheimer/demencia durante los últimos doce años. Esta enfermedad avanza lenta y gradualmente, y poco a poco la familia y amistades pierden a la persona amada.
Mi mamá parecía estar estable dentro de su enfermedad, así que su muerte fue sorpresiva. Cuando recibí las noticias sobre su estado crítico de salud, estaba con una querida amiga en un Starbucks. A medida que los informes seguían llegando, sorprendentemente, me mantuve bastante calmada y tranquila.
Sabiendo que un viaje inesperado era inminente, volví a casa, busqué boletos de avión, y me encargué de algunos asuntos urgentes relacionados con mi trabajo. Llegó la noticia del fallecimiento de mi mamá y oré … poniéndola en las manos de Dios y agradeciéndole por recibirla en su hogar eterno.
Mientras hablaba con mi hermano esa noche, platicamos sobre mi estado de ánimo calmado, y se volvió claro para mí que había estado viviendo un duelo por doce años. Cada vez que tenía contacto con mi mamá y descubría que ella ya no podía hacer esto o aquello …. Vivía un duelo silencioso. Además, sentía que no tenía muchos remordimientos en mi relación con ella. Por supuesto, tuvimos las batallas regulares que se dan entre madre e hija, pero en general puedo decir que tuvimos una buena relación, especialmente durante mi etapa de mujer adulta.
Gracias a Dios tuve la oportunidad de reflexionar en todo esto antes de viajar a México. Por lo tanto, el funeral y entierro de mi mamá se convirtieron para mí en una verdadera celebración de su vida. En circunstancias normales, los funerales y entierros en México se deben realizar dentro de las primeras 24 a 48 horas, después de la muerte de una persona. Los funerales generalmente duran dos días, en los cuales la capilla está abierta por muchas horas.
Debido a esto, tuve la oportunidad de pasar mucho tiempo con las amistades de mi mamá, así como con los hermanos y hermanas de su iglesia. Mientras escuchaba muchas historias acerca de ella, me percaté de ciertos temas predominantes relacionados con su generosidad, hospitalidad, gran sentido del humor, maravillosas habilidades culinarias, destrezas como escritora, y su amor por Dios, la iglesia y el ministerio. Un hilo que entretejió muchas de estas historias fue que ella fue una mujer muy adelantada para su tiempo. Por ejemplo, fue realmente progresista en su defensa de los derechos de las mujeres. Nunca se llamó a sí misma feminista, pero ciertamente vivía como tal. Estoy usando la palabra “feminista” para describir a una persona, mujer u hombre, que está a favor de los derechos de las mujeres.
Con seguridad, y para pesar de mi hija e hijo, no heredé las habilidades culinarias de mi madre, y me hubiera encantado tener más de su sentido del humor. Sin embargo, heredé sus destrezas como escritora, su amor por Dios, la iglesia y el ministerio, y su defensa de los derechos de las mujeres. Para cualquier persona que esté interesada en las cuestiones de la mujer, la historia de mi mamá resulta fascinante.
Mi mamá nació en 1931 y debido a diversas circunstancias no pudo asistir a la universidad. Como era extremadamente inteligente, su papá, mamá, y ella decidieron que asistiría a una escuela técnica para llegar a ser una secretaria bilingüe. Después de graduarse tuvo una carrera fructífera y ascendente que alcanzó su clímax, cuando se convirtió en la secretaria ejecutiva del director general de una importante fábrica internacional de vidrio. Una vez me contó que, en un momento dado, ganaba más dinero que su padre (su papá también tenía un buen trabajo). Otra vez me comentó (todavía puedo sentir su orgullo y pesar), que este importante hombre de negocios había mencionado que lo único que le faltaba a ella, profesionalmente hablando, era el ser hombre.
Esta brillante y ascendente carrera terminó el día en que se casó, a la edad de 26 años. En ese tiempo, las mujeres no podían tener ambas cosas, o trabajaban profesionalmente o se casaban. Por lo tanto, fue despedida automáticamente el día después de casarse. Estaba contenta con su matrimonio, pero quería más… Así que, de una manera visionaria y astuta, creó su propio espacio.
Dado a que nadie la contrataría debido a su estado civil, se volvió una traductora que trabajaba desde su casa. Uno de sus clientes era un hombre que estaba involucrado en el negocio del calzado. Al traducir los negocios y asuntos de este cliente, mi mamá aprendió el oficio y eventualmente puso su propia zapatería. De una manera creativa, mi mamá construyó un espacio donde pudo tener una vida plena, a pesar del sistema patriarcal opresivo que la rodeaba. Mi papá y mi mamá construyeron una casa donde la tienda y la casa estaban conectadas. Así que crecí con una mamá que cuidaba de su familia y cocinaba deliciosamente, y que, al cruzar literalmente una puerta, se transformaba a sí misma, frente a mis ojos, en una mujer de negocios sabia e inteligente. Durante años cruzó esta frontera con poder y gracia.
A través del tiempo, la gente me ha preguntado: ¿En qué momento te volviste feminista, defensora de los derechos de las mujeres? A lo cual siempre he respondido: “No recuerdo. No me convertí en una feminista, nací siendo una”.
A medida que reflexiono más y más en la historia de mi mamá, puedo decir “sí”, nací feminista porque fui llevada en el vientre, amamantada, y criada por una. Y la historia continúa …
Mi llamado a ser defensora de los derechos de las mujeres comenzó en el vientre y los brazos de esta mujer, que tuvo que abrir espacios por sí misma. Estaba oprimida por una cosmovisión y sistema patriarcales, pero aún así, se sentía fortalecida por Dios, y creía que podía tener lo mejor de ambos mundos: familia y trabajo profesional. Al abrirse espacios para sí misma, también le abrió los ojos, los sueños y la imaginación a muchas mujeres que la observaban, incluyéndome a mí.
Debido a su demencia, mi mamá nunca supo claramente acerca de mi ministerio con el Instituto Cristiano de Liderazgo para Latinas (Christian Latina Leadership Institute). Si lo hubiera sabido, se hubiera sentido muy orgullosa de este trabajo y de mí, y seguramente, habría sido una animosa colaboradora y generosa donante.
A medida que sigo celebrando su vida, continúo sintiéndome empoderada con su historia. Una que nos conecta a ella y a mí, y a otras mujeres en mi vida (mi hija, hermanas, sobrinas, abuelas, tías, tías-abuelas, amigas, mentoras, colegas, estudiantes y poderosas mujeres de la biblia) en una fuerte cadena de amor, apoyo, transformación y esperanza.
Al seguir mi trayectoria, parada y plantada en los hombros de esta mujer gigante y sus logros, heme aquí, llamada más que nunca a continuar mi trabajo de abrir espacios para las mujeres y empoderarlas. Mi esperanza es que, en el tiempo de Dios y con su bendición, llegue un día en que ninguna mujer en el mundo sufra la opresión y limitaciones que mi mamá sufrió, sólo por su género.
Mientras tanto, le agradezco a Dios por su poder que mueve a mujeres en todo el mundo a abrir sus propios espacios, a sentirse satisfechas y contentas, y a convertirse en modelos poderosos e inspiradores para la próxima generación de mujeres.
Así que, prosiguiendo hacia adelante, sigo con la confianza de que la vida de mi mamá y la mía son sólo un eslabón en una poderosa cadena que eventualmente, en el tiempo y el horizonte de Dios, producirá un mundo justo para todos los seres humanos, mujeres y hombres por igual. ¡Que así sea!