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Yo (Nora) he estado siguiendo durante semanas el desarrollo de la campaña #metoo (#yo también). Cuando la campaña detonó, observé como muchas de mis amigas anglo americanas se sumaron a ella. Mientras que algunas de ellas escribieron detalladamente sobre sus historias de acoso y abuso sexual, otras escribieron solamente #metoo, asumiendo que quienes leían entenderían el mensaje.
Si bien aplaudo el valor de las muchas mujeres que han escrito #metoo en las redes sociales, me he quedado perpleja por el silencio casi absoluto de parte de las latinas. Debo confesar que fui a visitar los muros de Facebook de muchas de mis amigas latinas, y solo encontré a dos de ellas que reconocieron algo. Luego, revisé en las cadenas de noticias, y el silencio casi absoluto prevalecía allí también. Desconcertada por esto, conversé con algunas de mis hermanas latinas, y su respuesta fue la misma: “No he visto nada de parte de las latinas”.
He vivido lo suficiente como para afirmar que esta falta de voces o reconocimientos no significa que el abuso sexual esté ausente en la comunidad latina. Debido a mi posición como líder en esta comunidad, me han confiado muchas historias de abuso, provenientes principalmente de mujeres latinas, pero también de hombres latinos.
A la luz de todo esto, me preguntaba: ¿por qué este silencio?
Como es común en muchos de estos casos, las víctimas tienen miedo de hablar sobre su abuso. Pueden temerle al agresor. Pueden temerle a una comunidad que tiende a juzgar y que, en cierta medida, usa el sentido de vergüenza y el acto de avergonzar para controlar a sus miembros. Pueden tener miedo a ser culpadas/os por el abuso. Pueden temer a agregarle más sufrimiento a su sufrimiento actual, o a ser re-victimizadas.
En otros casos, la dependencia extrema lleva a la víctima a permanecer en silencio. Esto sucede especialmente a las víctimas latinas que son indocumentadas, y que pueden ser amenazadas con: “Avisaré a los oficiales de inmigración si te niegas a hacer esto… o si denuncias tal cosa…”. Otras pueden ser extremadamente dependientes debido a problemas económicos. Debido a que son indocumentadas y/o no tienen educación, muchas latinas que son jefas de familia dependen de sus ingresos para mantener a sus familias, y aguantan el hostigamiento y abuso sexual sólo para seguir ayudando a sus familias. En otros casos, la dependencia emocional es un factor importante. Las mujeres, quienes tienden a ser mucho más relacionales, se sienten incapaces de cortar los lazos con el agresor. Finalmente, muchas veces el agresor es parte de la familia (nuclear o extendida). En culturas que son orientadas hacia la familia, y en las cuales se supone que las familias deben estar relacionadas de por vida, la víctima puede sentir que no hay escapatoria y que de nada serviría el hablar.
Si bien reconozco que el silencio es una forma de supervivencia en esta comunidad, es importante aclarar que el silencio absoluto no es la respuesta a esta situación generalizada de abuso sexual. Aquí no estoy pidiendo un reconocimiento público en las redes sociales, especialmente si la víctima no está preparada para sobrellevar las consecuencias de tal declaración.
Si no estoy pidiendo un reconocimiento público como el #metoo, ¿por qué estoy escribiendo esto? Escribo porque al reconocer #wetoo, es una manera de reconocer que el abuso sexual está ocurriendo en la comunidad hispana. Estoy escribiendo porque no quiero que la campaña #metoo se enmarque como un problema de la gente blanca o negra, también es un problema de la gente morena. Escribo porque es posible que haya algunas personas que están leyendo, mujeres y hombres, que nunca van a considerar el hacer una declaración pública del abuso que están sufriendo, pero necesitan desesperadamente una puerta de salida.
Estoy escribiendo porque fingir que no pasa no nos salvará, ni salvará a las generaciones futuras. El silencio absoluto no hará que el abuso desaparezca. El silencio absoluto sólo empeorará las cosas, ya que puede llevar a las víctimas a la depresión, a adicciones, a la autodestrucción y a una baja calidad de vida.
En este momento, quiero invitar a esta conversación a mi buen colega, amiga y terapeuta Zoricelis Dávila, Licenciada en Consejería Profesional y de Salud Mental, y estudiante doctoral en esta disciplina académica. Ella me comentó que, en base a su investigación y experiencia profesional, los casos de abuso sexual entre latinas y latinos son masivos. Zoricelis y yo hablamos ampliamente sobre este tema y acordamos que los siguientes pasos representan una buena manera de comenzar a encontrar algo de sanidad personal y comunitaria entre la gente hispana:
- Hay que reconocerlo. El acoso y abuso sexual empiezan en el momento en que sientes incomodidad por la forma en que te miran, hablan (incluyendo chistes/comentarios inapropiados y/o degradantes), tocan, abrazan o besan. Si bien es cierto que la comunidad latina es una de abrazos y besos, no todos los abrazos y besos son bienvenidos y aceptables. El agresor puede comenzar con lo que se consideran como palabras para ablandar/dulcificar a la víctima. Si la víctima no está alerta o no se siente empoderada para enfrentar el comportamiento abusivo, el agresor puede interpretar esta falta de acción como un permiso para seguir avanzando con un abuso mayor. Como comunidad, debemos reconocer que el acoso y el abuso sexual están realmente presentes a nuestro alrededor.
- Busca un lugar seguro y una persona confiable para hablar sobre esto. Si por alguna causa, esta persona te dice que estás malinterpretando, reaccionando de forma exagerada o mintiendo, busca a otra persona que pueda escucharte confidencialmente y respetuosamente para luego brindarte su apoyo.
- Busca ayuda. Si el abuso ha sido extremo, recuerda que existen instituciones privadas y públicas que pueden ayudarte a procesarlo a través de consejería profesional. Lidiar con el problema te pondrá en el camino hacia la sanidad y hacia una vida mejor.
- Establece límites para ti y para las personas más vulnerables a tu alrededor. Establecer límites no es una práctica usual en sociedades comunitarias, pero es algo necesario. Significa el establecer cercos a tu alrededor (físicos, espirituales, emocionales y financieros). Estos límites te protegerán en tiempos de peligro y te permitirán vivir una vida más saludable y rica.
- Si te encuentras en una situación de dependencia extrema, busca formas de volverte más independiente. Puede tomarte algún tiempo el hacerlo, pero aún pequeños pasos te llevarán a un lugar mejor. Encuentra una buena iglesia o sistema de apoyo que pueda ayudarte en este esfuerzo.
- Mantén siempre la esperanza de que hay una vida mejor para ti. En Cristo, siempre existe la posibilidad de ser resiliente y enfrentar una situación para superarla. La meta es empezar un proceso donde la víctima ya no se vea a sí misma como tal, sino como sobreviviente. Hay esperanza, pero tenemos que comenzar el proceso reconociendo y hablando sobre el problema del acoso y abuso sexual en nuestras comunidades.
- Aunque en este momento pueda parecerte algo chocante y osado, una vez que sigas con el proceso, con el tiempo podrás reconocer en ambientes más públicos un #metoo. Al hacer esto, consolaras a otras víctimas a medida que ellas empiezan su propio proceso de sanidad. Dios nos invita a consolar a otras personas en sus aflicciones, de la misma forma en que Dios nos ha consolado en las nuestras (2 Corintios 1:3-4).
En una cultura comunitaria como la latina, tiene sentido que avancemos aquí y ahora con un #wetoo, hasta que estemos listas/os para decir individualmente #metoo. Hay pasos a seguir entre estos dos, pero donde quiera que estés en el proceso, tú, mujer u hombre, moreno, negro o blanco, sigue avanzando. ¡El silencio absoluto no es una opción! ¡Con la bendición de Dios, hay sanidad y esperanza para un futuro mejor!
Nora O. Lozano
#yo también (#metoo)
Zoricelis Dávila
#yo también (#metoo)